1.
Relacionar los símbolos del mapa con los elementos del terreno. Para ello es
imprescindible saber dónde nos encontramos dentro del mapa. Comenzaremos en parado
y luego podremos ir haciendo un “recorrido guiado”.
2. Conocer
siempre dónde estoy. Es muy importante saber con exactitud dónde me encuentro
dentro del mapa. Si nos descuidamos nos perderemos y tendremos que invertir un
buen rato en “reubicarnos”, técnica auxiliar más difícil y que requiere unos
minutos.
3. Orientar
el mapa. Orientar un mapa es “colocarlo de tal modo que los elementos lineales del mapa
resulten paralelos a sus homólogos del terreno”, es decir, moverlo hasta que el mapa “encaje” con el
terreno.
4. Seguir
elementos guía y planificar el recorrido. Para ir de un punto de control al
siguiente hemos de ayudarnos de elementos lineales (carreteras, caminos,
sendas, tendidos eléctricos, arroyos, vaguadas, etc). Pero a veces para llegar
al próximo control debemos tomar referencias puntuales como edificaciones,
árboles aislados, claros en el bosque, cortados, cotas, etc. El orientador debe
siempre planificar el itinerario que va a seguir en cada tramo (trayecto de un
control al siguiente).
5. Estimar
distancias. Teniendo en cuenta la escala a la que viene el mapa y usando la
reglita que incorpora la brújula, podemos calcular sobre el mapa la distancia
real que separa dos puntos de control o dos elementos cualesquiera.
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